6.7.07

Cambios

El cambio de gobierno según un chico de derechas. Lean los comentarios y avergüencense, aunque de un periódico de Rupert Murdoch en cuyo consejo están Pedro J y Aznar, no se puede esperar mucho más. Pronto cuando compres el Expansión tendrás que disculparte como con Playboy, no, si lo compro por el suplemento de Fondos. Lean, que sigo abajo.

El cambio de gobierno: ¡qué macho Zapatero!

Aupado por el éxito del debate sobre la nación, el presidente Zapatero ha decidido hacer una crisis de Gobierno para dejar claro que lleva las riendas, que conserva la iniciativa. Pero bien visto, es un cambio frugal, y si se compara los que se van con los que vienen, el balance sigue instalado en la mediocridad general que ha acompañado esta legislatura.


Vayamos a los que se van, que son los significativos. Se va Jordi Sevilla, ministro de Administraciones Públicas, que fue el descubridor de Zapatero, el que lo rescató de la condición de culiparlante, pues nuestro actual presidente estuvo más de una década en el Congreso sin decir ni pío.

Sevilla lo presentó en sociedad, sobre todo entre la sociedad económica, lo dió a conocer entre la gente normal, es decir, la que no tiene carné de partido, lo encumbró, etcétera. Pues bien, este personaje se va. Pero, apuntando una tesis especulativa, se va porque pienso que está convencido de que ha contribuido a crear un monstruo, que este José Luis no es aquel que pensaba y al que apoyó. Sevilla jamás creyó en los estatutos autonómicos nuevos, en la pérdida de poder del Estado, en la frivolidad que acompaña al presidente en cada acción y gesto.

Sevilla, como buen socialista, es un jacobino. Y sobre todo, Sevilla tiene un cierto nivel. Es decir, que la capacidad para cometer actos estúpidos o escuchar cosas absurdas por segundo tiene un límite, que al parecer sólo puede aguantar Solbes.

Se va también Carmen Calvo, la ministra más frívola de la democracia, pero la que mejor ha vestido, la más guapa o la más resultona -digo esto a fuer de parecer machista-, la que más ha disfrutado de Madrid viniendo de provincias, la única que se ha hecho una foto con Woody Allen que vale unos cuantos miles de euros. Pero se va Carmen Calvo porque, teniendo todo a favor, no ha logrado el plácet de Pilar Bardem.

Sí, sí. ¡Déjense de tonterías! ¡Créanme! La ministra en la sombra de cultura en minúsculas de este gobierno es Pilar Bardem y familia, y como Carmen Calvo, que ni es un dechado de inteligencia ni de olfato político, todavía conserva un poco de sentido común, pues hizo una ley de subvenciones para el cine español en la que no nombra a los actores como creadores o artistas, y esto provocó una gran movilización de los actores por una cuestión moral -porque no les habían dado el trado debido ni reconocido su enorme contribución al gobierno de la izquierda-, de modo, afloró la deslealtad manifiesta del espectáculo ante la ministra más favorable del mundo, hasta el punto de que la Bardem, que es la vicepresidenta en la sombra del gobierno, llamó a la otra, a María Teresa, que se interesó al efecto, y en fin.... ¿para qué les voy a contar más?

El caso es que Carmen Calvo, también se va, pero insisto, se va porque así lo ha exigido el estúpido mundo del cine español. Se va porque cometió un pecado capital. Decir lo siguiente: En el mundo del cine, todos han sido desleales. ¡Pobre Carmen!. ¿Pero quíen va ser leal en un país en el que el máximo representante, el señor Rodríguez Zapatero, ha engañado a todo el mundo?

Se marcha también Maria Antonia Trujillo, que, como Carmen Calvo, es iletrada, de una mediocridad extremeña insultante, pues habiendo en Extremadura gente capaz al tiempo que mujer, Ibarra nos podría haber mandado otra cosa. Pero tampoco cabe esperar nada de Ibarra, que siempre ha conseguido patentar, con Alfonso Guerra, esto de que es un tipo cabal y muy español y con sentido común, cuando no ha sido nada de lo descrito, sino simplemente una persona que se ha dedicado a despilfarrar el dinero de los demás con el lema de que ya le ha llegado la hora a Extremadura.

En fin se marchan estos tres personajes. Uno, aunque sea varón, un buen tipo, una persona valiosa, comprometida, con ideas equivocadas pero con ideas, sensato, con sentido común, que se llama Jordí Sevilla. Se marchan dos mujeres, ¡qué casualidad!, absolutamente prescindibles, como demostración de que no por ser mujer se es mejor, ni más eficiente ni más listo, que son el caso de Carmen Calvo, que vino a Madrid para vivir en la Residencia de Estudiantes emulando a los Dalí y compañía, y Maria Antonia Trujillo, que no tiene idea alguna de cómo solucionar el problema de la vivienda, porque no tiene noción alguna de economía, tan sólo de socialismo.

¿Y quiénes vienen? Bueno, esto podemos dejarlo para mañana, pero haré algunos apuntes. Viene César Antonio Molina a Cultura, que no está mal, pero que no nos elevará del listón de la mediocridad, y cuyo cometido y precepto máximo es reconciliarse con el clan de los Bardem y compañía, que salieron a la calle por la guerra de Irak pero callan como putas ante los muertos en Afganistán, en el Yemen o en lo que sea -¡que para eso gobierna la izquierda!-.

Viene a Vivienda Carme Chacón, que la única noción que se le puede suponer al respecto es la deriva okupa en Cataluña y el poco respeto por la propiedad privada que es consustancial al Partido Socialista de Cataluña del que forma parte. O sea que viene con pocos mimbres. Pero llega al Ministerio una política, y además guapa, y con capacidad de comunicación, no como Trujillo, que cada vez que hablaba parece que estaba preparandon unas gachas. Ahora bien, ¿en qué cambiará esto el problema de la vivienda en el país? Pues en nada. En absolutamente nada.

Va el señor Bernat Soria a Sanidad, del que no puedo decir nada porque no lo conozco, aunque lo que me han sugerido al respecto no me tranquiliza -digo esto por matizar mi maldad-. Y finalmente va la señora Salgado, antes ministra de Sanidad, al Ministerio de Administraciones Públicas, es decir, a ocupar el cargo de mi querido y entrañable Jordi Sevilla. Alí se va a aposentar la política probablemente más sectaria del Gobierno. Esta que no quiere que fumemos, que comamos hamburguesas, que libemos, es decir, que está en contra de la libertad, de la responsabilidad personal sobre el destino de la propia vida, pero de manera absoluta; que, dicho con todos los respetos, es la persona más totalitaria del gobierno, aunque sea delgada, rubia, de ojos claros y aparentemente inocua.

Le salva sólo una cosa. Adora la ópera, como yo, pero, ¡joder!, para que se hagan cuenta del personaje, duró tres telediarios como gerente del Teatro Real de Madrid. Es decir, tampoco tiene don de gentes. Supongo que le gusta la música, la ópera, pero la ópera wagneriana, dura, pasional, arrebatada, un poco totalitaria, sin margen alguno para la delicadeza. Quizá no es una mala elección, si se trata de lidiar con los funcionarios públicos, pero yo prefiero la ópera italiana, quizá más amariconada, pero en mi opinión más sublime.


También es cierto que en Expansión deben estar contentísimos con él, y no sólo en la parte ideológica. Para bien o para mal, y lo sé por experiencia, estos son los blogs que atraen visitas, que para un negocio, significan impresiones de página, por lo tanto banners, que es de lo que se trata. Y no todos van a ser unos siesos como el Saballs este, que dan ganas de soltarle una colleja para que despierte y se moje. Lo mejor es que para este también hay leña en los comentarios. Hay gente muy estresada